La cámara lúcida de Roland Barthes

La cámara lúcida de Roland Barthes

Sinceramente, este libro no fue de mis favoritos, para ser honesto puede que esté bastante lejos de ello, pero sin caer en el odio absurdo voy a admitir que hay puntos buenos, los cuales me hicieron mucho sentido.

Uno de los puntos que me negaron tanto al autor durante el transcurso de la lectura es su apabullante manera de espantar cualquier tipo de foto, excusando que no es de su gusto, ”son buenas pero no me llaman la atención”. El gusto se rompe en géneros, pero me sentí bastante contrariado desde el momento que rechazó las polaroid. Más allá de la técnica y calidad de una foto, estoy seguro que algo las caracteriza y las hace buenas. A pesar de todo Barthes trata de definir su fotografía, lo que despierta su atención en este arte y sus obra, reconociendo que es difícil meter una definición para la fotografía, que se reconoce con facilidad ante la dificultad de entrar en su gusto personal, que se diferencia abismalmente con muchos otros, en el caso más directo, con mi opinión personal.

Hablando de los puntos en los que también encuentro como aciertos, se realiza una disección de la fotografía: su incapacidad de ser clasificable, sus puntos fuertes, latentes en donde se presenta, cómo se expone, del observador, observado y operador.

La fotografía es inclasificable, y presenta un dualidad entre el deseo y el objeto, lo que se fotografía es la búsqueda de algo por parte del operador (fotógrafo), lo que se fotografía pasa a ser objeto y lo que representa en la vida real pasa a ser su referente, la foto nunca va a abordar al cien por ciento el signo, la percepción e imagen, es decir lo que se busca representar nunca será 100% conciso en lo que es, diversas interpretaciones pueden surgir de los observadores, el “yo” nunca va a coincidir  con la imagen, es desapropiado por las intenciones de los otros, tanto del operador, que decide como reflejar lo que ve, como del observador que ve al observado a su gusto, e ideas anteriores del objeto.

A pesar de la subjetividad de la fotografía y lo difícil de explicar en ella cómo funciona una “buena fotografía”, Barthes trata de explicarlo desde su visión personal. La foto no está viva, pero anima, es decir despierta sentimientos, emociones o una pulsión dentro del observador, por ejemplo, habla que las fotos de paisaje deben despertar las ganas de habitar dentro de ese lugar, no como un turista, sino como un huésped. La foto debe ser subversiva, hacerte pensar. Para hablar de lo que es una buena fotografía, utiliza dos definiciones que se encuentran en una foto, a veces las dos o a veces sólo una, el studium y el punctum/ estudio y punzada.

El studium sin el punctum puede lograr una fotografía unaria, transforma la realidad sin desdoblarla, el punctum es un detalle dentro de la fotografía que provoca una pulsión en quien la observa y en muchas ocasiones es difícil de identificar, no hay un método que puede descifrar con exactitud que fotos cumplen con estos dos puntos de una buena fotografía, es más una cuestión intuitiva y tal vez singular. La punzada que provoca una foto debe ser inmediata, aparecer en cuestión de segundos , no es algo que ataca después de observa la foto por mucho tiempo, sino que ataca al instante, su lectura es corta y activa, El punzón de una fotografía puede estar o no estar, y en ocasiones formar parte del estudio de la foto. En ocasiones nos presentamos con detalles que uno sospecharía que nos despertaría esta sensación, pero no sucede, Barthes lo resuelve diciendo que es por ser un detalle construido de manera intencional, y por lo tanto falso, le da validez a lo real, espontaneo, que aparece sin un esfuerzo del operador que termine por hacerlo falso. Otro detalle en cuanto al punctum es que no se encuentra en el cine, por la capacidad de movimiento de este, a diferencia de la fotografía que se ubica inmóvil pero permite el detalle.

Por último voy a mencionar una cuestión del que difiero, quizás sólo extrañeza. La idea de fotografiar para ir en contra de la muerte, fotografiar lo vivo, una lucha para sacar la vida, negando la muerte. ¿Es decir que fotografiamos para sentirnos vivo, fotografiar algo que no está inerte y sin vida, por miedo a ella? Es absurdo, es una percepción negativa, parecido a tener miedo a la muerte, y no tener la capacidad de enfrentarla, tomando como recurso la fotografía y capturar todo aquello que está vivo, y con el acto de fotografiarlo hacerlo “eterno”. Es entendible pero bastante pesimista, puede que sea un asunto inherente, la vida está unida a la muerte, es más que obvio que si se fotografía algo vivo esté tendrá relación con lo sin vida, estamos vivos y por lo tanto vamos a morir, pero no me parece razón suficiente para tomar una fotografía. La necesidad de fotografiar me creo que es algo dentro de uno y quizás indescifrable por el momento, no todas las fotos serán “eternas”, no todas y posiblemente hasta ninguna “Trascienda” para la historia, quizás si, “trascienda” para quien la tome, y esa eternidad sea una cuestión de segundos, que lo hago sentir a uno sobrepasar los límites que se han creado, ¿pero luchar contra la muerte? Bah, me parece un aspecto más dentro de las líneas principales que rigen la necesidad de hacer clic en la cámara.

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